Son las reflexiones que no podemos evitar hacer y que cada vez hacemos más a menudo, será que nos vamos haciendo “mayores” (aunque sigo sin saber que es eso exactamente…). Reflexiones en tono de extrañeza, tipo: “como pasa el tiempo, ya estamos a mediados de mes, ¡si fue nochevieja hace nada!”
Y a pesar de todo nuestro asombro, nos encontramos, desconcertados y felices, en este domingo de febrero. Sopla una agradable brisa, se escuchan las olas del mar batir no tan lejos, y se agradece la comodidad de una mesa a la sombra del porche de “Pap-lo”.
En 10 minutos nos toca escurrir el queso, que ya habrá cuajado. Es la tercera tanda y nos andamos acercando a la receta definitiva… Llevaba con ganas de hacerlo desde que me di cuenta de que las vacas y ovejas de “sunu keur“, nuestra casa, producían leche (obviamente), y que a pesar de ser poquita, podía ser suficiente. Tuvieron que llegar Oscar (maestro quesero, entre otras cosas) y Masla (de alpargatas La Senegalesa), para que nos tirásemos a la piscina, y nos diéramos cuenta de que como dijo un buen amigo: “es más fácil que hacerse un colacao”.
Acabamos de volver de comer en el Zebra -como siempre delicioso- y de echar unas partidillas al ¡BANG! con Cristina (voluntaria en la escuelita, que se nos va en unos días).
El imán está llamando a la oración como siempre a esta hora, después de un atardecer, como solo se ven en África. Un sol enorme incendiando el vacío, encendiendo nubes naranjas, poniéndose sobre una franja de tierra y árboles, que apenas consiguen separar el cielo del mar.
Ya estamos haciendo nuestro el pasar de los días y, por suerte o por desgracia, estos días estamos disfrutando de una especie de calma. Desde el viernes 10 de febrero la obra se encuentra parcialmente en pausa. A principios de este mes, vimos que algunos de los muros de la biblioteca, (también conocida como módulo 2, el más ambicioso del proyecto, debido a sus dimensiones) debían ser re-estudiados. Decidimos reforzar y recrecer los “retranqueos”, destinados a recibir el peso de las grandes cerchas de madera. Para ello, intentamos dar más sección a los mismos, conectándolos con una trabazón adecuada con los paños preexistentes. Esta solución, es en sí misma era casi una “cuasi-rehabilitación”, que no resultó muy adecuada, y acabó debilitando e inclinando los muros. En ultima instancia estos paños han debido eliminarse y se volverán a ejecutar con una solución de pilastras adosadas, bien trabadas y adecuadamente dimensionadas, para las solicitaciones del proyecto.
Y ahora, toca esperar a que los adobes que hizo Ndaga, se sequen para poder seguir. Calculamos que el lunes que viene volveremos a la carga.
Y a pesar de la calma aparente, otra parte de la obra avanza a pasos agigantados. Ya esta casi acabado el tejado del módulo 3 (Aula abierta), a falta de cubrir la estructura con zinc y paja. Bravo Salle, nuestro maestro en cubiertas.
Parece que cada vez nos va quedando menos, la obra ha avanzado muchísimo en los dos meses que llevamos aquí. Se hizo el baño, el módulo 4 -del que no había nada- ya tiene muros, el módulo 3 esta casi terminado y el módulo 1, ya tiene hasta el suelo puesto.
Además, ya hemos empezado ese inquietante proceso que se activa cuando compras el -tan poco deseado- billete de vuelta: empieza la cuenta atrás de las semanas, y acaba contigo subido a un avión… Para eso todavía nos quedan 3 semanas y como son poquísimas (y se nos van a pasar volando), lo único que podemos hacer es aprovechar al máximo cada instante y continuar aprendiendo de cada momento.
Salud y alegría desde Gandiol!
Déborah Cohen